CARTA ENCÍCLICA
VERITATIS SPLENDOR
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
A TODOS LOS OBISPOS
DE LA IGLESIA CATÓLICA
SOBRE ALGUNAS CUESTIONES
FUNDAMENTALES
DE LA ENSEÑANZA MORAL
DE LA IGLESIA
VERITATIS SPLENDOR
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
A TODOS LOS OBISPOS
DE LA IGLESIA CATÓLICA
SOBRE ALGUNAS CUESTIONES
FUNDAMENTALES
DE LA ENSEÑANZA MORAL
DE LA IGLESIA
CONCLUSIÓN
María Madre de misericordia
118. Al concluir estas consideraciones,
encomendamos a María, Madre de Dios y Madre de misericordia, nuestras personas,
los sufrimientos y las alegrías de nuestra existencia, la vida moral de los
creyentes y de los hombres de buena voluntad, las investigaciones de los estudiosos
de moral.
María es Madre de misericordia porque
Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la misericordia
de Dios (cf. Jn 3, 16-18). Él ha venido no para condenar sino
para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la
misericordia mayor radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que
nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo
de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar
la misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa,
con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con
mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a
su Hijo 181: su misericordia para nosotros es redención.
Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera
y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos
por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la
tierra (cf. Sal 104, 30), posibilita el milagro del
cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que
es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto
sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del
mal y da la fuerza para no volver a pecar. Mediante el don de la vida nueva,
Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
119. Esta es la consoladora certeza de
la fe cristiana, a la cual debe su profunda humanidad y su extraordinaria
sencillez. A veces, en las discusiones sobre los nuevos y complejos
problemas morales, puede parecer como si la moral cristiana fuese en sí misma
demasiado difícil: ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse.
Esto es falso, porque —en términos de sencillez evangélica— consiste
fundamentalmente en el seguimiento de Jesucristo, en el
abandonarse a él, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por
su misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia. «Quien
quiera vivir —nos recuerda san Agustín—, tiene en donde vivir, tiene de donde
vivir. Que se acerque, que crea, que se deje incorporar para ser vivificado. No
rehúya la compañía de los miembros» 182. Con la luz del Espíritu, cualquier persona
puede entenderlo, incluso la menos erudita, sobre todo quien sabe conservar un
«corazón entero» (Sal 86, 11). Por otra parte, esta sencillez
evangélica no exime de afrontar la complejidad de la realidad, pero puede
conducir a su comprensión más verdadera porque el seguimiento de Cristo
clarificará progresivamente las características de la auténtica moralidad
cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para su realización. Vigilar
para que el dinamismo del seguimiento de Cristo se desarrolle de modo orgánico,
sin que sean falsificadas o soslayadas sus exigencias morales —con todas las
consecuencias que ello comporta— es tarea del Magisterio de la Iglesia. Quien
ama a Cristo observa sus mandamientos (cf. Jn 14, 15).
120. María es también Madre de
misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies
de la cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al
Padre el perdón para los que no saben lo que hacen (cf. Lc 23,
34), María, con perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la riqueza y
universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la capacita para
abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de
todos y de cada uno de nosotros. Se convierte en la Madre que nos alcanza la
misericordia divina.
María es signo luminoso y ejemplo
preclaro de vida moral: «su vida es enseñanza para todos», escribe san
Ambrosio 183, que, dirigiéndose en especial a las vírgenes,
pero en un horizonte abierto a todos, afirma: «El primer deseo ardiente de
aprender lo da la nobleza del maestro. Y ¿quién es más noble que la Madre de
Dios o más espléndida que aquella que fue elegida por el mismo
Esplendor?» 184. Vive y realiza la propia libertad
entregándose a Dios y acogiendo en sí el don de Dios. Hasta el momento del
nacimiento, custodia en su seno virginal al Hijo de Dios hecho hombre, lo
nutre, lo hace crecer y lo acompaña en aquel gesto supremo de libertad que es
el sacrificio total de su propia vida. Con el don de sí misma, María entra
plenamente en el designio de Dios, que se entrega al mundo. Acogiendo y
meditando en su corazón acontecimientos que no siempre puede comprender
(cf. Lc 2, 19), se convierte en el modelo de todos aquellos
que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (cf. Lc 11, 28) y
merece el título de «Sede de la Sabiduría». Esta Sabiduría es Jesucristo mismo,
el Verbo eterno de Dios, que revela y cumple perfectamente la voluntad del
Padre (cf. Hb 10, 5-10).
María invita a todo ser humano a acoger
esta Sabiduría. También nos dirige la orden dada a los sirvientes en Caná de
Galilea durante el banquete de bodas: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,
5).
María comparte nuestra condición
humana, pero con total transparencia a la gracia de Dios. No habiendo conocido
el pecado, está en condiciones de compadecerse de toda debilidad. Comprende al
hombre pecador y lo ama con amor de Madre. Precisamente por esto se pone de
parte de la verdad y comparte el peso de la Iglesia en el recordar
constantemente a todos las exigencias morales. Por el mismo motivo, no acepta
que el hombre pecador sea engañado por quien pretende amarlo justificando su
pecado, pues sabe que, de este modo, se vaciaría de contenido el sacrificio de
Cristo, su Hijo. Ninguna absolución, incluso la ofrecida por complacientes
doctrinas filosóficas o teológicas, puede hacer verdaderamente feliz al hombre:
sólo la cruz y la gloria de Cristo resucitado pueden dar paz a su conciencia y
salvación a su vida.
María,
Madre de misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado
y crezca en la esperanza en Dios,
«rico en misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que él le asignó (cf. Ef 2, 10)
y, de esta manera, toda su vida
sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
Madre de misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado
y crezca en la esperanza en Dios,
«rico en misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que él le asignó (cf. Ef 2, 10)
y, de esta manera, toda su vida
sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
Dado en Roma, junto a san Pedro, el 6 de agosto —fiesta de la
Transfiguración del Señor— del año 1993, décimo quinto de mi Pontificado.
IOANNES PAULUS PP. II
1. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 22.
2. Cf. Conc. Vat. II,
Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 1.
3. Cf. ibid.,
9.
4. Conc. Vat. II,
Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 4.
5. Pablo VI, Alocución a la Asamblea general de
las Naciones Unidas (4 octubre 1965), 1: AAS57 (1965), 878; cf. Carta
enc. Populorum progressio (26 marzo
1967), 13: AAS 59 (1967), 263-264).
6. Cf. Conc. Vat. II,
Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 33.
7. Const. dogm. sobre
la Iglesia Lumen gentium, 16.
8. Pío XII ya había
puesto de relieve este desarrollo doctrinal: cf. Radiomensaje con ocasión del
cincuenta aniversario de la carta enc. Rerum novarum de León XIII (1
junio 1941): ASS 33 (1941), 195-205. También Juan XXIII, Carta
enc. Mater et magistra (15 mayo
1961): AAS 53 (1961), 410-413.
9. Carta ap. Spiritus Domini (1 agosto
1987): AAS 79 (1987), 1374.
10. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1692.
11. Const. ap. Fidei depositum (11 octubre
1992), 4.
12. Cf. Conc. Vat. II,
Const. dogm. sobre la divina revelación Dei Verbum, 10.
13. Cf. Carta ap. Parati semper a los Jóvenes y a las
Jóvenes del mundo con ocasión del Año internacional de la Juventud (31 marzo
1985), 2-8: AAS 77 (1985), 581-600.
14 Cf. Decreto
sobre la formación sacerdotal Optatam totius, 16.
15 Carta
enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979),
13: AAS 71 (1979), 282).
16. Ibid.,
10: l. c., 274.
17. Exameron,
dies VI, sermo IX, 8, 50: CSEL 32, 241.
18. S. León Magno, Sermo
XCII, cap. III: PL 54, 454.
19. S. Tomás de
Aquino, In duo praecepta caritatis et in decem legis praecepta.
Prologus: Opuscula theologica, II, n. 1129, Ed. Tauriens. (1954), 245;
cf. Summa Theologica, I-II, q. 91, a. 2; Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 1955.
20. Cf. Máximo el
Confesor, Quaestiones ad Thalassium, Q. 64: PG 90,
723-728.
21. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 24.
22. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2070.
23. In Iohannis Evangelium Tractatus, 41, 9-10: CCL 36,
363.
24. Cf. S.
Agustín, De Sermone Domini in Monte, I, 1, 1: CCL 35,
1-2.
25. In Psalmum
CXVIII Expositio, sermo 18, 37: PL 15, 1541; cf. S.
Cromacio de Aquileya,Tractatus in Matthaeum, XX, I, 1-4: CCL 9/A,
291-292.
26. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1717.
27. In Iohannis Evangelium Tractatus, 41, 10: CCL 36,
363.
28. Ibid.,
21, 8: CCL 36, 216.
29. Ibid.,
82, 3: CCL 36, 533.
30. De spiritu
et littera, 19, 34: CSEL 60, 187.
31. Confesiones,
X, 29, 40: CCL 27, 176; cf. De gratia et libero
arbitrio, XV: PL 44, 899.
32. Cf. De spiritu et littera, 21, 36; 26, 46: CSEL 60,
189-190; 200-201.
33. Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 106, a. 1, conclus. y ad.
2um.
34. In Matthaeum, hom. I, 1: PG 57, 15.
35. Cf. S. Ireneo, Adversus haereses, IV, 26, 2-5: SCh 100/2,
718-729.
36. Cf. S. Justino, Apología, I 66: PG 6,
427-430.
37. Cf. 1 Pe 2, 12ss.; Didajé,
II, 2: Patres Apostolici, ed. F. X. Funk, I, 6-9; Clemente de
Alejandría, Paedagogus, I, 10; II, 10: PG 8,
355-364; 497-536; Tertuliano, Apologeticum, IX, 8: CSEL,
69, 24.
38. Cf. S. Ignacio de Antioiquía, Ad
Magnesios, VI, 1-2: Patres Apostolici, ed. F. X. Funk, I, 234-235; S. Ireneo, Adversus
haereses, IV, 33, 1.6.7: SCh 100/2, 802-805; 814-815;
816-819.
39. Const. dogm. sobre
la divina revelación Dei Verbum, 8.
40. Cf. Ibid.
41. Ibid.,
10.
42. Código de
Derecho Canónico, can. 747 § 2.
43. Const. dogm. sobre
la divina revelación Dei Verbum, 7.
44. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 22.
45. Decreto sobre la
formación sacerdotal Optatam totius, 16.
46. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 62.
47. Ibid.
48. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.
sobre la divina revelación Dei Verbum, 10.
49. Cf. Conc. Ecum.
Vat. I, Const. dogm. sobre la fe católica Dei Filius, cap. 4: DS,
3018.
50. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no
cristianas Nostra aetate, 1.
51. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 43-44.
52. Declaración sobre
la libertad religiosa Dignitatis humanae, 1, remitiendo a
Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris (11 abril
1963): AAS 55 (1963), 279; Ibid., 265, y a Pío
XII, Radiomensaje (24 diciembre
1944): AAS 37 (1945), 14.
53. Declaración sobre
la libertad religiosa Dignitatis humanae, 1.
54. Cf. Carta
enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979),
17: AAS 71 (1979), 295-300; Discurso a los
participantes en el V Coloquio Internacional de Estudios Jurídicos (10 marzo
1984), 4Insegnamenti VII, 1 (1984), 656; Congregación para la
Doctrina de la Fe, Instrucción sobre libertad cristiana y liberación Libertatis conscientia (22 marzo
1986), 19: AAS 79 (1987), 561.
55. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 11.
56. Ibid., 17.
57. Ibid.
58. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre
la libertad religiosa Dignitatis humanae, 2; cf. también
Gregorio XVI, Carta enc. Mirari vos arbitramur (15 agosto
1832): Acta Gregorii Papae XVI, I, 169-174; Pío IX, Carta
enc. Quanta cura (8 diciembre 1864): Pii IX P.M. Acta,
I, 3, 687-700; León XIII, Carta enc. Libertas Praestantissimum (20 junio
1888): Leonis XIII P.M. Acta, VIII, Romae 1889, 212-246.
59. A Letter Addressed to His Grace the Duke
of Norfolk: Certain Dificulties Felt by Anglicans in Catholic Teaching (Uniform
Edition: Longman, Grenn and Company, London, 1868-1881), vol. 2, p. 250.
60. Cf. Const. past.
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 40-43.
61. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 71, a. 6; ver también ad 5um.
62. Cf. Pío XII, Carta
enc. Humani generis (12 agosto
1950): AAS 42 (1950), 561-562.
63. Cf. Conc. Ecum. de
Trento, Ses. VI, decreto sobre la justificación Cum hoc tempore,
cann. 19-21: DS, 1569-1571.
64. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes,17.
65. De hominis
opificio, c. 4: PG 44, 135-136.
66. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 36.
67. Ibid.
68. Ibid.
69. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 93, a. 3, ad 2um, citado por
Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris (11 abril
1963): AAS 55 (1963), 271.
70. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 41.
71. S. Tomás de
Aquino, In duo praecepta caritatis et in decem legis praecepta.
Prologus: Opuscula theologica, II, n. 1129, Ed. Taurinens (1954), 245.
72. Cf. Discurso a
un grupo de Obispos de los Estados Unidos de América en visita «ad limina» (15
octubre 1988), 6: Insegnamenti, XI, 3 (1988), 1228.
73. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 47.
74. Cf. S.
Agustín, Enarratio in Psalmum LXII, 16: CCL 39,
804.
75. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 17.
76. Summa Theologiae, I-II, q. 91, a. 2.
77. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1955.
78. Declaración sobre
la libertad religiosa Dignitatis humanae, 3.
79. Contra Faustum, lib. 22, cap. 27: PL 42,
418.
80. Summa Theologiae, I-II, q. 93, a. 1..
81. Cf. ibid., I-II, q. 90, a. 4, ad 1um.
82. Ibid.,
I-II, q. 91, a. 2.
83. León XIII, Carta
enc. Libertas Praestantissimum (20 junio
1888): Leonis XIII P. M. Acta, VIII, Romae 1889, 219.
84. In Epistulam ad Romanos, c. VIII,
lect. 1.
85. Cf. Ses. VI,
Decreto sobre la justificación Cum hoc tempore, cap. 1: DS,
1521.
86. Cf. Conc. Ecum. de
Vienne, Const. Fidei catholicae: DS, 902; Conc. Ecum. V
de Letrán, Bula Apostolici regiminis: DS, 1440.
87. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 14.
88. Cf. Ses. VI,
Decreto sobre la justificación Cum hoc tempore, cap. 15: DS,
1544. La Exhortación apostólica post-sinodal sobre la reconciliación y la
penitencia en la misión de la Iglesia hoy, cita otros textos del Antiguo y del
Nuevo Testamento, que condenan como pecados mortales algunos comportamientos
referidos al cuerpo: cf. Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre
1984), 17: AAS 77 (1985), 218-223.
89. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 51.
90. Congregación para
la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y
la dignidad de la procreación Donum vitae (22 febrero
1987), Introd. 3: AAS 80 (1988), 74; cf. Pablo VI, Carta
enc. Humanae vitae (25 julio
1968), 10: AAS 60 (1968), 487-488.
91. Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre
1981), 11: AAS 74 (1982), 92.
92. De
Trinitate, XIV, 15, 21: CCL 50/A, 451.
93. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 94, a. 2.
94. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 10; S. Congregación
para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de ciertas
cuestiones de ética sexual Persona humana (29 diciembre
1975), 4: AAS 68 (1976), 80: «Cuando la Revelación divina y,
en su orden propio, la sabiduría filosófica, ponen de relieve exigencias
auténticas de la humanidad, están manifestando necesariamente, por el mismo
hecho, la existencia de leyes inmutables, inscritas en los elementos
constitutivos de la naturaleza humana; leyes que se revelen idénticas en todos
los seres dotados de razón».
95. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 29.
96. Cf. Ibid., 16.
97. Ibid., 10.
98. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 108, a. 1. Santo Tomás
fundamenta el carácter, no meramente formal sino determinado en el contenido,
de las normas morales, incluso en el ámbito de la Ley Nueva, en la asunción de
la naturaleza humana por parte del Verbo.
99. S. Vicente de Lerins, Commonitorium
primum, c. 23: PL 50, 668.
100. El desarrollo de la
doctrina moral de la Iglesia es semejante al de la doctrina de la fe: cf. Conc.
Ecum. Vat. I, Const. dogm. sobre la fe católica Dei Filius, cap.
4: DS, 3020, y can. 4: DS 3024. También se aplican
a la doctrina moral las palabras pronunciadas por Juan XXIII con ocasión de la
inauguración del Concilio Vaticano II (11 octubre 1962): «Esta doctrina
(la doctrina cristiana en su integridad) es, sin duda, verdadera e inmutable, y
el fiel debe prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según
las exigencias de nuestro tiempo. Una cosa, en efecto, es el depósito de la fe
o las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta es el
modo como se enuncian estas verdades, conservando, sin embargo, el mismo
sentido y significado»: AAS 54 (1962); cf. L'Osservatore
Romano, 12 octubre 1962, p. 2.
101. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16.
102. Ibid.
103. In II Librum Sentent., dist. 39, a. 1, q.3,
concl.: Ed. Ad Claras Aquas, II, 907 b.
105. Suprema S. Congregación
del Santo Oficio, Instrucción sobre la «ética de situación» Contra doctrinam (2
febrero 1956): AAS 48 (1956), 144.
106. Carta enc. Dominum et vivificantem (18 mayo 1986),
43: AAS 78 (1986), 859; Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past.
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16; Declaración
sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 3.
107. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16.
108. Cf. S. Tomás de
Aquino, De Veritate, q. 17, a. 4.
109. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16.
110. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 45.
111. Declaración sobre
la libertad religiosa Dignitatis humanae, 14.
112. Conc. Ecum. Vat.
II, Const.dogm. sobre la divina revelación Dei Verbum, 5; cf. Conc. Ecum.
Vat. I, Const. dogm. sobre la fe católica Dei Filius, cap. 3: DS,
3008.
113. Conc. Ecum. Vat.
II, Const.dogm. sobre la divina revelación Dei Verbum, 5; cf. S.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de ciertas
cuestiones de ética sexual Persona humana (29 diciembre
1975), 10: AAS 68 (1976), 88-90.
114. Cf. Exhort. ap.
post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre
1984), 17: AAS 77 (1985), 218-223.
115. Ses. VI, Decreto
sobre la justificación Cum hoc tempore, cap. 15: DS,
1544; can. 19: DS, 1569.
116. Exhort. ap.
post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre
1984), 17: AAS 77 (1985), 221.
117. Ibid.:l.c.,223.
118. Ibid.:l.c.,
222
119. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 17.
120. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 1, a. 3: «Idem sunt actus
morales et actus humani».
121. De vita
Moysis, II, 2-3: PG 44, 327-328.
122. Cf. S. Tomás de
Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 148, a. 3.
123. El Concilio
Vaticano II, en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual,
precisa: «Esto vale no sólo para los cristianos, sino también para todo los
hombres de buena voluntad, en cuyo corazón actúa la gracia de modo visible.
Cristo murió por todos, y la vocación última del hombre es realmente una sola,
es decir, la divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo
ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien
a este misterio pascual»: Gaudium et spes, 22.
124. Tractatus
ad Tiberium Diaconum sociosque, II. Responsiones ad Tiberium Diaconum
sociosque: S. Cirilo de Alejandría, In D. Johannis Evangelium,
vol. III, ed. Philip Edward Pusey, Bruxelles, Culture et
Civilisation (1965), 590.
125. Cf. Conc. Ecum. de
Trento, ses. VI, Decreto sobre la justificación Cum hoc tempore,
can. 19: DS, 1569. Ver también: Clemente XI, Const. Unigenitus
Dei Filius (8 septiembre 1713) contra los errores de Pascasio Quesnel,
nn. 53-56: DS, 2453-2456.
126. Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 18, a.
6.
127. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1761.
128. In duo praecepta caritatis et in decem
legis praecepta. De dilectione Dei: Opuscula theologica, II, n. 1168, Ed. Taurinens. (1954),
250.
129. Cf. S. Alfonso
María de Ligorio, Pratica di amar Gesú Cristo, VII, 3.
130. Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 100,
a.1.
131. Exhort. ap.
post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre
1984), 17: AAS 77 (1985), 221; cf. pablo VI, Alocución a
los miembros de la Congregación del Santísimo Redentor (septiembre 1967): AAS 59
(1967), 962: «Se debe evitar el inducir a los fieles a que piensen
diferentemente, como si después del Concilio ya estuvieran permitidos algunos
comportamientos, que precedentemente la Iglesia había declarado intrínsecamente
malos. ¿Quién no ve que de ello se derivaría un deplorable relativismo
moral, que llevaría fácilmente a discutir todo el patrimonio de la doctrina
de la Iglesia?».
132. Const. past. sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 27.
133. Carta enc. Humanae vitae (25 julio
1968), 14: AAS 60 (1968), 490-491.
134. Contra
mendacium, VII, 18: PL 40, 528; cf. S. Tomás de
Aquino, Quaestiones quodlibetales, IX, q. 7, a. 2; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1753-1755.
135. Conc. Ecum. Vat.
II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 7.
136. Discurso a
los participantes en el Congreso internacional de teología moral (10 abril
1986), 1: Insegnamenti IX, 1 (1986), 970.
137. Ibid., 2: l.c., 970-971.
138. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la
Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 24.
139. Cf. carta
enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979),
12: AAS 71 (1979), 280-281.
140. Enarratio in Psalmum XCIX, 7: CCL 39,
1397.
141. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 36; cf. Carta enc.Redemptor hominis (4 marzo 1979),
21: AAS 71 (1979), 316-317.
142. Missale
Romanum, In Passione S. Ioannis Baptistae, Oración Colecta.
143. S. Beda el
Venerable, Homeliarum Evangelii Libri, II, 23: CCL 122, 556-557.
144. Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 27.
145. Ad Romanos,
VI, 2-3: Patres Apostolici, ed. F.X. Funk, I, 260-261.
146. Moralia in
Job, VII, 21, 24: PL 75, 778.
147. «Summum crede nefas
animam praeferre pudori/ et propter vitam vivendi perdere causas»:Satirae,
VIII, 83-84.
148. Apologia II, 8: PG 6,
457-458.
149. Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre
1981), 33: AAS 74 (1982), 120.
150. Cf. ibid.,
34: l.c., 123-125.
151. Exhortación ap.
post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre
1984), 34: AAS 77 (1985), 272.
152. Cart. enc. Humanae vitae (25 julio
1968), 29: AAS 60 (1968), 501.
153. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 25.
154. Cf. Carta
enc. Centesimus annus (1 mayo 1991),
24: AAS 83 (1991), 821-822.
155. Ibid.,
44: l.c., 848-849; cf. León XIII, Carta enc. Libertas Praestantissimum (20 junio
1888): Leonis XIII P.M. Acta, VIII Romae 1889, 224-226.
156. Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre
1987), 41: AAS 80 (1988), 571.
157. Catecismo de la Iglesia Católica n. 2407.
158. Cf. ibid., nn. 2408-2413.
159. Ibid., n. 2414.
160. Cf. Exhort. ap. post-sinodal Christifideles laici (30
diciembre 1988), 42: AAS 81 (1989), 472-476.
161. Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991),
46: AAS 83 (1991), 850.
162. Ses. VI. Decreto
sobre la justificación Cum hoc tempore, cap. 11: DS,
1536; cf. can. 18: DS1568. El conocido texto de san Agustín, citado
por el Concilio, está tomado del De natura et gratia, 43, 50 (CSEL 60,
270).
163. Oratio I: PG 97,
805-806.
164. Discurso a
los participantes en un curso sobre la procreación responsable (1 marzo 1984),
4:Insegnamenti VII, 1 (1984), 583.
165. De
interpellatione David, IV, 6, 22: CSEL 32/2, 283-284.
166. Discurso a los Obispos del Celam (9 marzo 1983),
III: Insegnamenti, VI, 1 (1983), 698.
167. Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre
1975), 75: AAS 68 (1976), 64.
168. De Trinitate,
XXIX, 9-10: CCL 4, 70.
169. Conc. Ecum. Vat.
II, Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 12.
170. Congregación para
la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación
eclesial del teólogoDonum veritatis (24 mayo 1990), 6: AAS 82
(1990), 1552.
171. Alocución a los profesores y
estudiantes de la Pontificia Universidad Gregoriana (15 diciembre
1979), 6: Insegnamenti II, 2 (1979), 1424.
172. Congregación para
la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación
eclesial del teólogoDonum veritatis (24 mayo 1990), 16: AAS 82
(1990), 1557.
173. Cf. C. I. C., can. 252 §1; 659 §3.
174. Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm. sobre la fe
católica Dei Filius, cap. 4. DS, 3016.
175. Cf. pablo VI, Carta
enc. Humanae vitae (25 julio
1968), 28: AAS 60 (1968), 501.
176. S. Congregación
para la Educación Católica, La formación religiosa de los futuros
sacerdotes (22 febrero 1976), n. 100. Véanse los nn. 95-101, que
presentan las perspectivas y las condiciones para un fecundo trabajo de
renovación teológico-moral.
177. Congregación para
la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación
eclesial del teólogoDonum veritatis (24 mayo 1990), 11: AAS 82
(1990), 1554; cf. en particular los nn. 32-39 dedicados al problema del disenso
ibid., l.c., 1562-1568.
178. Const. dogm. sobre
la Iglesia Lumen gentium, 25.
179. Cf. C. I. C., can. 803 §3.
180. Cf. C. I. C., can. 808.
181. «O inaestimabilis dilectio caritatis: ut servum
redimeres, Filium traddisti»: Missale Romanum, In Resurrectione Domini,
Praeconium paschale.
182. In Iohannis Evangelium Tractatus, 26,
13: CCL, 36, 266.
183. De
Virginibus, lib. II, cap. II, 15: PL 16,
222.
184. Ibid., lib. II, cap. II, 7: PL 16,
220.